Cuando estaba en el Colegio de ciencias y Humanidades de la UNAM, tuve la necesidad de trabajar, mi papá quería que fuese Médico por lo que me “invito” a trabajar con un tío en un Laboratorio de Análisis Clínicos, ahí me di cuenta que no era mi camino y pese a la voluntad de mi padre entré a biología porque siempre me había gustado la naturaleza, sin saber bien a bien cual era el campo de trabajo. Tuve que volver a trabajar e ingrese mi solicitud a la SEP pues en aquel entonces aún no pedían el título y yo quería seguir estudiando; unos meses después recibí respuesta y entré como laboratorista en 1983 (auxiliar del Profesor) donde comencé a tener contacto con los alumnos, pues la titular me dejaba a veces “dar la clase” por atender a su hijo pequeño; ¡DAR LA CLASE! ¡QUÈ FÀCIL SE DICE!, procuré vestir de manera formal (por el recuerdo de algunos de mis mejores profesores), ensayaba en el espejo de casa para ver como hablaba, etc.; ahora era yo quien le pedía a la maestra que me permitiera de vez en vez dar la clase, de tal manera que los alumnos me comenzaron a llamar MAESTRA, una palabra que para mí implicaba ya una gran responsabilidad y que aún me quedaba muy grande. Justo por aquel tiempo apareció una materia optativa en la carrera que se llamaba Didáctica de la Biología, impartida por una extraordinaria maestra llamada Luz Maria López de la Rosa, quién avivó todavía más el interés por la docencia, ella decía que esta actividad era considerada una alternativa de trabajo para cualquier profesionista.
Seguí en la secundaria, trabajé en investigación y tres años después ingrese a la UAEM como profesor, ambas actividades fueron muy gratificantes, sobretodo porque correspondía a mi perfil, sin embargo la docencia me seguía atrayendo cada vez más. Deje esos trabajos para incursionar en la docencia nivel Medio superior y el Colegio de Bachilleres fue quien me dio la primera oportunidad en 1993.
Ahora con 25 años de servicio en secundaria, incluyendo3 años como catedrática en la UAEM y 15 años en bachillerato (todos dentro del mismo lapso) me siento convencida de que fue la mejor elección, porque yo tuve la opción de elegir, no fue porque no tuviera trabajo, lo cual no demerita porque permite a otros descubrir esta bellísima actividad.
Cuando ejerzo esta labor me siento plena, me recreo preparando o actualizando mis clases; me emociono cuando inicio cada nuevo ciclo y observo nuevos rostros, descubro otros formas de pensar, diversas maneras de sentir; cuando entro al salón y escucho saludos cordiales u observo alguna sonrisa o simplemente su atención cuando tomo conciencia de mi labor y las de ellos y de ellos hacia mi o hacia ellos mismos; cuando en las tutoría hablamos de todo menos de la materia incluso del porqué estudian, de si les gusta, de lo que quieren ser, de los errores que cometemos como maestros y como alumnos; cuando me actualizo y verifico, que voy por buen camino, e intercambio experiencias positivas con mis compañeros; cuando los alumnos me buscan fuera del salón de clase para consultarme y a veces confiarme instantes de su vida o necesitan que alguien los escuche; cuando algún exalumno regresa para invitarme a su graduación profesional, o a su boda; cuando los encuentro en la calle y se que fue un alumno porque me saluda y dice ¡hola maestra!, es cuando mejor me siento porque desempeño una labor que me produce placer y me pagan por ello.
Hasta aquí todo parece miel sobre hojuelas, sin embargo he tenido momentos de insatisfacción por diversas razones que también me han marcado. Tardarme en marcar límites al inicio del trabajo ocasionando la generación del desorden, cuando en clase un alumno se burló y dijo que yo no tenía nada de maestra, lo cual después quiso corregir pero me había dañado, (no lo supe manejar de momento), cuando un alumno repetidor que yo sabía que no trabajaba, que aparentemente siempre tenía razones para sus fallas y que al intentar poner lo en su lugar le dije “ tu no deberías estudiar, solo vienes a perder el tiempo” y el me miro, se retiro y una semana después regreso para decirme que mi opinión era muy importante para el y que quizás ya no intentaría estudiar (debí pensar mejor antes de hablar)Por todo ello, considero que soy docente debido a que por cuestiones de trabajo descubrí la vocación, que me hice docente para servir a quienes les toca compartir instantes de su vida y sentirme plena, viva, humana y aprender de los demás y afortunadamente, pese a que otros biólogos me han invitado a colaborar con ellos detrás de un escritorio, en un laboratorio, o investigación, con el argumento de que ser maestro es un trabajo para profesores de formación y que mi sueldo no vale la pena para el trabajo realizado, estoy segura de que estar frente a frente con la docencia fue necesario para encontrar un sentido importante en mi vida.
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